lunes, 4 de mayo de 2015

XV. La enseñanza, la cultura y el trabajo


LA LIBERTAD DE ENSEÑANZA PIEDRA DE TOQUE DE LA DEMOCRACIA


LOS PADRES, PRIMEROS EDUCADORES


Desde hace años se ha ido produciendo un intervencionismo creciente por parte del Estado en las tareas educativas. En ocasiones, con excusas de «perseguir el bien común o la democratización de la enseñanza», una minoría ha terminado por imponer una política de parte en contra de los derechos y de la voluntad de la mayoría.

El camino que ha conducido a este resultado —cuya expresión más desafortunada es la concepción marxista— ha sido paralelo al recorrido por parte de la llamada filosofía moderna. Es lógico que sea así, porque la concepción del Estado depende de la que se tenga sobre la persona humana. Estas teorías han conseguido, con frecuencia, que principios tan elementales como es el derecho de los padres a la educación de los hijos, hayan sido olvidados por muchos ciudadanos, que, frente al poder del Estado, acaban por acostumbrarse a su intervencionismo, renunciando al deber de ejercer efectivamente este derecho. Se debe recordar que la educación de los hijos forma parte del bien de la prole (objeto esencial del matrimonio).

El hombre nace en un estado de indigencia que le hace depender de los cuidados de sus padres durante mucho tiempo. Un reflejo de esta realidad se encuentra, por ejemplo, en todas las legislaciones, que restringen la responsabilidad penal de las acciones a los menores, o incluso —en algunas ocasiones— las transfieren a los padres.

La educación de los hijos, derecho de los padres

En el Artículo 26 de los Derechos humanos se dice que:

Toda persona tiene derecho a la educación”

Y esa educación recae en los padres. Los que sostenemos la Ley Natural decimos que hay unos principios, llamados primarios, entre los que se encuentra el derecho —y el deber— de educar a los hijos. Este principio es evidente y se puede conocer espontáneamente.

La familia tiene el derecho de educar a los hijos, derecho inalienable por estar inseparablemente unido con la estricta obligación a ello, derecho anterior a cualquier derecho de la sociedad civil y del Estado, y por lo mismo inviolable por parte de la autoridad política.

También nuestra Constitución, en el Art. 27, 3, establece que:

«los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones».

En la “Declaración de los Derechos del Niño” de la ONU se dice en el Art. 6:

El niño, para el pleno desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre”.

Asimismo la Santa Sede ha expresado en la Carta de los Derechos de la Familia, en su Art. 5, los derechos de los padres sobre la educación de los hijos.


«Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarlos; por esta razón, ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos.
Y por ello recuerda que:

“Las autoridades públicas deben asegurar que las subvenciones estatales se repartan de tal manera que los padres sean verdaderamente libres para ejercer su derecho, sin tener que soportar cargas injustas. Los padres no deben soportar, directa o indirectamente, aquellas cargas suplementarias que impiden o limitan injustamente el ejercicio de esta libertad».

También S.S. Juan Pablo II recordaba, hace años, en Madrid, los derechos de las familias con respecto a la educación de los hijos.

«La autoridad pública tiene en este campo un papel subsidiario y no abdica sus derechos cuando se considera al servicio de los padres; al contrario, ésta es precisamente su grandeza: defender y promover el libre ejercicio de los derechos educativos. Por esto vuestra Constitución establece que 'los poderes públicos garantizan el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que está en conformidad con sus propias convicciones' (cfr. Art. 27, 3)» (S.S. Juan Pablo II, Homilía a las familias de España, Madrid, 2-XI-1982).

Este derecho se ve conculcado, en los principios, en aquellos sistemas socialistas que atribuyen una prioridad del Estado sobre la familia, invirtiendo el principio de subsidiariedad. Conviene recordar que este principio está recogido en multitud de Tratados. Mencionamos el Art. 3 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre cuando señala que:

«los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos».
 

PRINCIPIOS QUE FUNDAMENTAN LOS DERECHOS DE LOS PADRES


o   Principio por el que se reconoce el derecho primario de los padres a la educación de los hijos

En relación con la familia —como célula base de la sociedad— se debe sostener el derecho a ser respetada como institución que cumple un importante cometido social y tiene el derecho primario —por parte de los padres— a la educación de los hijos y el deber subsidiario del Estado de venir en ayuda de ellos —no a sustituirles— para una educación eficaz.

o   Principio de libertad de elección de Centro

La escuela, históricamente, ha surgido como una institución subsidiaria y complementaria de la familia; de ahí que su misión sea ayudar a la familia, no sustituirla. Por tanto, los padres tienen derecho a erigir escuelas de formación general y profesional para sus hijos, en las que se imparta una educación e instrucción en conformidad con su propio espíritu, cumpliendo —por otro lado— con diligencia las exigencias justas que pueda haber indicado el Estado, que en este aspecto actúa siempre por delegación de los padres. La autoridad civil está obligada a reconocer a los padres el derecho a escoger con plena libertad las escuelas y demás medios de educación, sin que se les pueda imponer, directa o indirectamente, injustas cargas por razón de la elección.

o   Principio de libertad de enseñanza

Podemos decir que el Estado es el medio del cual la sociedad se vale para alcanzar su fin. Y la sociedad es el medio para alcanzar el fin de las personas individuales y de la familia. En consecuencia, el Estado no puede imponer leyes que contraríen la naturaleza individual.

El monopolio de la enseñanza por parte del Estado atenta a la ley natural. Es claro que en todos los modos de fomentar la educación y la instrucción pública y privada, el Estado debe respetar los derechos originarios de la familia a la educación, además de observar la justicia distributiva. Por tanto, todo monopolio educativo o escolar que fuerce física o moralmente a las familias para acudir a las escuelas del Estado contra los deberes de la conciencia, o aun contra sus legítimas preferencias, es injusto e ilícito. En consecuencia, el Estado debe proteger, en materia educativa, los derechos de la familia anteriores al suyo.

El monopolio educativo va en contra de una sociedad libre y democrática, y da al poder político la tentación de un totalitarismo ideológico. El Estado debe respetar la libertad de las conciencias, reconociendo al individuo el acceso a una cultura conforme a sus convicciones, y en consecuencia facilitar los recursos económicos para que este hecho sea factible.

Los regímenes totalitarios pretenden el control de la enseñanza; los democráticos y libres se refuerzan por la libertad de enseñanza. Por eso, la libertad de enseñanza es la piedra de toque de la verdadera democracia.

El liberalismo que dio paso a la posibilidad de la libertad de empresa (y, por tanto, a la educativa) fue seguido en Estados Unidos pero, paradójicamente, no lo fue en Europa. Y ello se debió a posturas agnósticas y anticristianas que intentaban evitar el influjo de la Iglesia en la sociedad. Para evitar el totalitarismo estatal (comunista, fascista y nazi) se redactaron varios tratados destacando el Art. 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, cuando dice que:

«Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones».

El monopolio educativo constituye, en definitiva, un ataque frontal a la libertad, en cuanto que la libertad de enseñanza no es sino un aspecto de la libertad en general. No obstante, se  tendría una visión parcial si se redujese el problema a una oposición laicismo-confesionalismo. La libertad de enseñanza es un principio tanto para la confesionalidad como para instituciones no confesionales. Por lo tanto, no es un problema religioso sino civil. Pero eso no lo entienden los que mantienen una mentalidad socialista.

o   Principio de posibilidad del Proyecto educativo de Centro

El colegio debe dar a sus alumnos, además de la instrucción académica, una educación fundamentada en los principios básicos de la convivencia y solidaridad con los demás, para hacer hombres de bien, con un bagaje cultural de altura y una sólida formación en valores.

Cada escuela debe definir su Proyecto Educativo atendiendo a las necesidades de los alumnos, y todos los profesionales que trabajan en un Colegio deben venir obligados a respetar el carácter propio del Centro.

El Proyecto Educativo puede ser diferente según los Centros escolares y por ello deben compaginarse los sistemas educativos de enseñanza mixta (coeducación) y enseñanza diferenciada —por no ser discriminatoria—, para salvaguardar el derecho de los padres a la elección del sistema pedagógico, ya que ninguno de los dos vulnera ninguna disposición internacional.

El 14 de diciembre de 1960 la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en la Undécima reunión celebrada en Paris del 14 de noviembre al 15 de diciembre aprobó la presente Convención:

no serán consideradas como constitutivas de discriminación en el sentido del artículo 1 de la presente Convención:

·         La creación o el mantenimiento de sistemas o centros de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino, siempre que esos sistemas o centros ofrezcan facilidades equivalentes de acceso a la enseñanza, dispongan de un personal docente igualmente cualificado, así como de locales escolares y de un equipo de igual calidad y permitan seguir los mismos programas de estudios o programas equivalentes.

·         La creación o el mantenimiento, por motivos de orden religioso o lingüístico, de sistemas o centros separados que proporcionen una enseñanza conforme a los deseos de los padres o tutores legales de los alumnos, si la participación en esos sistemas o la asistencia a esos centros es facultativa y si la enseñanza en ellos proporcionada se ajusta a las normas que las autoridades competentes puedan haber fijado o aprobado, particularmente para la enseñanza del mismo grado”.


La enseñanza diferenciada tiene amparo en la libertad pedagógica de los padres

El Derecho a la educación tal y como queda en la carta de derechos fundamentales del Tratado de Lisboa, de 13 de diciembre de 2007.


Artículo 14.- Derecho a la educación     


1.       Toda persona tiene derecho a la educación y al acceso a la formación profesional y permanente.

2.      Este derecho incluye la facultad de recibir gratuitamente la enseñanza obligatoria.

3.      Se respetan, de acuerdo con las leyes nacionales que regulen su ejercicio, la libertad de creación de centros docentes dentro del respecto de los principios democráticos, así como el derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas

El catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad de Jaén, Daniel Tirapu, comenta al respecto:

El párrafo 3 sanciona la libertad de creación de centros educativos, en el respeto de los principios democráticos, concepto complejo e indeterminado, y el derecho de los padres a elegir del modelo educativo para sus hijos según las propias convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas. Subrayo lo último, por lo que a mi entender tiene de sustancial novedad. De nuevo entramos en una cierta complicación de este derecho: el derecho es de todos los individuos, pero la elección del modelo educativo corresponde a los padres.

El reconocimiento a los grupos sociales, confesiones, instituciones, de crear por iniciativa propia, centros educativos es para algunos autores, una libertad en materia de iniciativa económica, mientras que el derecho de los padres a elegir una determinada educación para los hijos pertenecería o estaría íntimamente conectado con los derechos y deberes propios de la familia. La educación sigue siendo un servicio público que puede ser encomendado a instituciones sociales no estatales, que conlleva una libertad para ofertar diversos modelos educativos con la correspondiente facultad de los padres de elegir entre los diferentes servicios ofertados. El límite general de esta libertad viene marcado por la obligación de respetar los principios democráticos. Límite demasiado genérico, que vendrá marcado por las diversas tradiciones constitucionales de los países europeos.

En cuanto a la ampliación de la facultad de elegir la educación acorde con sus convicciones pedagógicas, amplía la libertad de los padres en su derecho de elección y, a mi entender supone un claro límite para los Estados a la hora de optar por un único modelo pedagógico (educación mixta, discriminación de la diferenciada) y abre posibilidades nuevas y creativas al modelo de escuela tradicional (educación e instrucción en grupos familiares, a través de Internet, distancia).

Finalmente el “de acuerdo con las leyes nacionales que regulen su ejercicio” nos lleva a los sistemas de financiación y al control de los diseños curriculares y control de los mismos. Aunque en esta cuestión, cuestiones administrativas, de orden jerárquico menor puede acabar conculcando lo que es un derecho fundamental (distribución de alumnos por zonas, sorteos, etc.). En conclusión, y a mi entender, el derecho del individuo a la educación y a la formación profesional, se adopta una dimensión personalista propia de la cultura constitucional europea en el que la educación es el instrumento fundamental (con demasiada competencia de los medios de comunicación especialmente televisión) para la constitución de una sociedad abierta en expresión de Popper. El derecho a la educación es universal, prescinde del estatuto de ciudadano comunitario. La nacionalidad de cada singular país europeo puede ser importante para establecer el contenido efectivo del derecho, tanto en la obligatoriedad como en la calidad de los estudios. (Sería necesario en nuestro Estado un serio pacto de calidad escolar. He constatado que algunos Erasmus no españoles se expresan mejor que los nacionales). La facultad de acceder gratuitamente a la enseñanza obligatoria comporta por parte del Estado la obligación de que el niño pueda acceder a un centro gratuito. Dicha posibilidad no incluye en el texto (a diferencia de Bélgica u Holanda) la obligación para todos los centros escolares privados también, de ofrecer una educación obligatoria gratuita (aunque liberta de elección de centro educativo y gratuidad sería lo más adecuado). Pienso que en este derecho no estamos ante una mera competencia comunitaria.

La obligación de garantizar tal derecho incumbe a cada Estado ante el que el ciudadano europeo posee un derecho incontestable de acceder gratuitamente a la educación obligatoria, de acuerdo con la tradición educativa nacional. Se trata de integrar la garantía de la efectividad del derecho a la educación con el respeto al pluralismo educativo. Seguramente la opción que carta de derechos en este tema no es tanto garantizar un derecho social del estado, cuanto garantizar un derecho del ciudadano a acceder a una cuota mínima esencial de educación, sea del Estado o de otras instituciones.

Dicen que las grandes batallas ideológicas y de sumisión social están en el control de la educación; la carta europea, cuenta en este sentido, con el equilibrio de tres elementos: familia, Estado, iniciativa social y de las confesiones religiosas.


o   Principio de poder educar en valores

Hablar de valores en clave educativa exige, en primer lugar, tener claro lo que en sí mismo es valioso; y también qué debe ser considerado como valor. Comparto el punto de vista de quienes, al respecto, constatan la existencia objetiva de la verdad y del bien y, por tanto, de sus especificaciones: los valores. Dicho esto podríamos empezar por tratar de establecer a qué realidad nos referimos cuando, en el ámbito de la educación, utilizamos el término valor. La respuesta es esta: llamamos valores a todo aquello que enriquece a la persona y contribuye a su desarrollo, a su perfeccionamiento en orden a alcanzar la plenitud de su ser personal, a lograr el fin último que le es propio: la felicidad.
Y esto lleva a interrogarse seriamente acerca de qué es el hombre. Si se le reconoce como una unidad esencial corpóreo-espiritual se da un paso importante para esclarecer qué es el hombre. Y es que, desde ese momento, esas dos dimensiones tan íntimamente relacionadas nos van a hacer patente la existencia de valores espirituales y, también, de valores materiales relacionados con el fin que, por propia naturaleza, corresponde al hombre. Unos ejemplos para cada caso: la honradez y la salud; el honor y la riqueza; la libertad y la destreza; el placer y el amor; la tecnología y la fe... Y así se podrían enumerar un largo etcétera de valores de una y otra índole. Todos ellos, cada uno en su medida, contribuyen positivamente al enriquecimiento personal. Pero es obvio que mientras unos son convenientes —incluso muy convenientes— otros son absolutamente necesarios porque afectan a la propia esencia del ser humano; de manera que la teórica ausencia de uno de ellos cuestionaría su propia existencia, su propia realidad.

Los valores fundamentales a los que me refiero son la fe, la libertad y el amor, que constituyen lo que se conoce como «concepto humanista de la educación».

·         Valores concretos

Hay que desarrollar actitudes como un medio de transmisión de los valores éticos y morales en el marco del sistema educativo actual. La transmisión de dichas actitudes, tan potenciada desde la misma reforma educativa, debe proponerse como la tarea más importante y significativa del educador, que ha de favorecer el pleno desarrollo de la personalidad del alumnado.

Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, señalo algunos valores que se tendrían que transmitir a los alumnos y alumnas:

o   Valores personales:

– Libertad, responsabilidad.

– Trabajo, fortaleza, voluntad.

– Lealtad.

– Sentido de la vida.

– Sentido crítico ante la información.

– Uso del tiempo libre.

– Sinceridad, naturalidad.

– Espíritu de sacrificio.

– Autodominio.

– Coherencia.

– Afán de superación.

 o   Valores familiares:

– Valores de la convivencia: orden, urbanidad, tono humano, educación.

– Valor de la familia: respeto mutuo, confianza, relaciones con los padres. En el caso de las familias desestructuradas, fomentar a los alumnos y alumnas el respeto mutuo, la confianza y el cariño.

o   Valores sociales:

– Solidaridad, justicia, generosidad.

– Amistad y compañerismo.

– Respeto y tolerancia.

– Respeto al patrimonio histórico, artístico y cultural.

o   Valores trascendentes:

– La Religión.

La finalidad de la educación en valores es múltiple:

o  Desarrollar o educar el sentido crítico.

o  Ayudarles a analizar, profundizar y argumentar sobre el ser humano en sus distintas dimensiones.

o  Fomentar en los alumnos el desarrollo de esos valores con coherencia.

o   Principio de igualdad de oportunidades

Es el mismo principio del derecho de las personas a la educación, pero no entendido de un modo uniforme, porque ni todos los individuos tienen la misma capacidad ni todos sacarían el mismo provecho.

El principio de igualdad de oportunidades no excluye una posterior diferenciación basada en las capacidades de cada cual. En muchas ocasiones se confunde la “igualdad de oportunidades” con la “igualdad de resultados”. Si esto no se tiene claro llegamos a la situación actual de nuestro sistema educativo. Se debe pedir y exigir el mismo punto de partida, pero los logros educativos dependerán, en buena parte, de la capacidad y del esfuerzo de cada alumno.

La desigualdad de oportunidades, no está tanto en la desigualdad de medios cuanto en la diferencia de disposiciones personales y familiares, lo cual es anterior a la escolarización y radica en las diversidades sociales.

La igualdad de oportunidades en el ámbito educativo la entiendo en un doble sentido:

1.       Que todos los alumnos y alumnas puedan acceder a los centros docentes (públicos o privados) sin discriminación alguna y que los centros dispongan de los medios necesarios para impartir una educación de calidad.

2.      El derecho de elección de centro educativo, es el principio básico e irrenunciable que hace de la Libertad de Enseñanza un derecho incuestionable e indiscutible. Derecho que es común a todos los padres, sea cual fuere su clase social, su situación económica o sus creencias religiosas.

3.      Las diferencias de partida deben ser corregidas por los poderes públicos asegurando una educación gratuita para todos aquellos que no pudieran pagarla, promoviendo además la generalización del acceso a los estudios postobligatorios.

Esto no supone que todos los centros sean iguales o que ofrezcan una educación idéntica, sino que todos los alumnos tengan las mismas oportunidades de acceder a centros docentes diferentes y recibir la educación que esté de acuerdo con sus convicciones.

4.       Que todos y cada uno de los alumnos y alumnas de un centro educativo reciban la orientación necesaria para que, de acuerdo con sus capacidades, puedan crecer y madurar. Esto supone una apuesta decidida por la igualdad de trato en la equiparación de los centros educativos en cuanto a sus equipamientos y recursos materiales.

Esto no supone dar a todos los alumnos las mismas orientaciones y con los mismos medios; más bien, la igualdad de oportunidades debe suponer asegurar a todos los alumnos de un mismo grupo o clase, las mismas posibilidades de ser distintos, de manera que cada uno pueda seguir sus estudios según su vocación y sus aptitudes personales, tratando de compensar a los alumnos que presentan mayores dificultades.

Por tanto, la igualdad de oportunidades en educación no tiene nada que ver con la «uniformidad» en las propuestas, ni con la pretensión de alcanzar los mismos resultados para neutralizar las desigualdades. Por el contrario, la igualdad de oportunidades, es dar igual dignidad a todos los alumnos, proporcionándoles las ayudas que necesiten, atendiendo a los principios de mérito y capacidad.

Lo que importa, por tanto, es asegurarse que la diferencia venga determinada por las disposiciones personales de cada sujeto y no por las malas disposiciones que tengan un origen social.

o   Principio de la dignificación de la función docente

Siendo el trabajo una actividad humana, se debe conseguir la dignificación y reconocimiento social de los docentes, puesto que coadyuvan en la consecución de la calidad de la enseñanza. Eso es así, porque el trabajo procede directamente de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que trabaja  y la somete a su voluntad.

Mediante el trabajo, el profesional de la enseñanza se realiza a sí mismo  como persona y, en cierto sentido, se hace más hombre, logrando que se perfeccione y que no se degrade menoscabándose su dignidad, pues el ser humano queda expuesto a las formas más humillantes y aberrantes de «instrumentalización», que le convierten miserablemente en esclavo del más fuerte. Y «el más fuerte» puede asumir diversos nombres: ideología, poder económico, sistemas políticos inhumanos o tecnocracia científica. Afirmamos, cada vez con más fuerza, el sentido de la dignidad personal de cada ser humano.

RECHAZO A LA «ESCUELA NEUTRA»

Se ha sostenido, sobre todo en países de régimen socialista, que, como los niños son miembros de la sociedad, le deben ser confiados al Estado para que los eduque, llegando incluso a quitar a los padres la tutela de sus hijos. Para justificar esta aberración parten del presupuesto de que la sociedad ha estado viciada desde siglos —idea que Lutero aplicó a la Iglesia y que después ha sido aplicada a la sociedad por todos los «reformadores», desde Rousseau a Marx— y una de sus causas sería el modelo familiar propio de la burguesía.

Los que defienden estas teorías no reconocen que los hombres son miembros de la sociedad precisamente a través de la familia, ya que para ser ciudadanos deben primero existir. La familia es la célula de la sociedad, su fundamento, y es anterior al Estado e independiente de él. Dé ahí la importancia que tiene conservar, potenciar y fortalecer la vida familiar como medio para conservar y mejorar la sociedad. No es extraño, por tanto, que los socialismos pretendan minar la familia y arrebatarle sus derechos educativos, como un medio necesario para el establecimiento de la nueva sociedad atea.

En otros ambientes, dominados por una filosofía de tipo pragmático o agnóstico, se ha afirmado que pertenece a la autoridad civil la tarea de velar por el bien común, mientras que la esfera religiosa pertenecería tan sólo al ámbito privado de los individuos. De ahí deducen que al Estado no le compete ayudar y promover las escuelas de iniciativa social, sino que su única misión es el establecimiento de una escuela «neutra», que sólo persiga unas finalidades de carácter técnico.

Aparte de que es imposible que una educación sea neutra, porque toda educación se ve mediada por la concepción del hombre y del mundo que tenga el educador, de hecho estas teorías no son más que una excusa para introducir un sistema educativo anticristiano. De ahí se sigue que las escuelas que llaman neutras o laicas, socavan y trastornan todo fundamento de educación cristiana, como quiera que en ellas se excluye de todo punto la religión; escuelas, por lo demás, que sólo en apariencia son neutras, pues de hecho o son o se convierten en enemigas declaradas de la religión. Por otra parte, en los países en que está permitida la enseñanza de iniciativa social, se suele entender este derecho como una concesión del Estado, que permite la existencia de estos centros educativos casi como un mal menor, ante la imposibilidad práctica de abarcar todas las necesidades por medio de organismos oficiales. Es, en definitiva, el polo opuesto al papel de subsidiaridad que en realidad corresponde al Estado.

 FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LOS DERECHOS DE LOS PADRES


a) Art. 27 de la Constitución española

  1. Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.
  2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
  3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
  4. La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.
  5. Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación mediante una programación general de la enseñanza con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes.
  6. Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes dentro del respeto a los principios constitucionales.
  7. Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos, intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la ley establezca.
  8. Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las leyes.
  9. Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca.
  10. Se reconoce la autonomía de las Universidades en los términos que la ley establezca.

b) Art. 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos

«1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos».

c) Art. 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales

«Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones».


LOS DERECHOS DEL ESTADO EN MATERIA ECUCATIVA

El Estado protege y promociona las iniciativas individuales y colectivas, y las suple cuando son insuficientes. Es el principio de subsidiariedad aplicado a la educación.

El Estado puede y debe promover Centros educativos cuando lo requiera el bien común, máxime cuando la iniciativa privada no resuelve todas las necesidades educativas. Por eso, principalmente pertenece al Estado, en orden al bien común, promover de muchas maneras la educación. Pero ante todo y directamente, favoreciendo y ayudando a la iniciativa y acción de las familias y otras instituciones, cuya gran eficacia muestran la historia y la experiencia. Luego, completando estas iniciativas, donde no lleguen las familias, por medio de escuelas, porque el Estado, más que nadie, dispone de medios, puestos a su disposición para las necesidades de todos, y es justo que los emplee para el provecho de quienes proceden.

También tiene el Estado derecho a un mínimo de control a fin de garantizar una calidad de enseñanza tanto en los Centros de iniciativa social como en los estatales.

La libertad educativa sólo puede darse desde la función subsidiaria del Estado, reconociendo de hecho instituciones educativas con derechos anteriores al suyo. El Estado debe posibilitar que los individuos puedan desarrollar sus tareas y sólo suplirlas si no pueden realizarlas por sí mismos. Por eso, el Estado debe suplir pero no suplantar. Eso quiere decir que el Estado debe ayudar, proteger y conseguir que las familias ejerzan sus derechos ayudándolas económicamente.

Si se niega la ayuda a las escuelas de iniciativa social supone que algunos ciudadanos deben sostener dos cargas: por una parte, el sostenimiento de la enseñanza estatal y por otra el de la iniciativa social. Si de verdad ayudara el Estado no se sostendría el prejuicio de que las escuelas de iniciativa social son para ricos. El conocido eslogan «el dinero público para la escuela pública» olvida que ese dinero sólo es administrado por el Estado y recaudado de los particulares a través de los impuestos. Además, no se trata de imponer una enseñanza religiosa, sino de respetar el derecho civil de muchos padres (en nuestro país, con una mayoría de más del 80%) que desean este tipo de educación, legitimado democráticamente en un contexto ideológicamente pluralista.

Si el Estado ayuda a las empresas que muestran afán de lucro primando la exportación, eximiendo de aranceles a la importación, etc., resulta paradójico que no ayude de modo análogo a la educación. Parecería, si se diera este caso, que es más importante el cultivo de la patata o del olivo que la educación de los ciudadanos.

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