lunes, 4 de mayo de 2015

VII. La felicidad y la vida moral


Los fines de la voluntad

 
La naturaleza humana está provista de inteligencia y voluntad, y se mueve hacia su perfección de un modo consciente y libre. Por lo tanto, lo radical del hombre es obrar de un modo consciente y libre por un fin, es decir, determinar previamente los bienes que ha de alcanzar en su obrar. En consecuencia, el obrar humano no es ciego, sino que el hombre actúa siempre por un fin.

Cuando decimos que el hombre actúa por un fin, éste equivale a bien, de tal manera que moverse por un fin quiere decir que la voluntad busca lo que el intelecto le propone como bueno, aunque a veces se equivoque, intentando alcanzar algo bueno que en realidad no lo es. Por eso, decimos que lo que especifica todo acto de la voluntad es el bien, cualquiera que fuere la modalidad concreta que ostente.

Pero además de equivaler a bien, entendemos al fin como opuesto a «medio». Con eso queremos decir que la voluntad ordena a lo que quiere a un bien posterior y más grande (p. ej.: estudiamos – medio – para poder vivir el día de mañana – fin –).
 

El fin último

Entendemos por fin último aquello que se quiere de un modo absoluto y a través de lo que se quiere todo lo demás (p. ej.: estudio para sacar el bachillerato – fin intermedio –, sacar el bachillerato para sacar una carrera universitaria –  fin intermedio –; quiero la carrera universitaria para ejercer una profesión – fin intermedio  –; quiero ejercerla para realizar mi vocación y ser feliz – fin último –). Sin embargo, lo que es último en cuanto a su logro – el fin último, es decir, la felicidad – es lo primero y determinante de los fines intermedios en cuanto a la intención.

Por lo tanto, debe haber un fin último o supremo al que llamamos felicidad, y a él se ordenan todos los fines intermedios. El fin último es único, y además es la causa final primera del hombre y su humano obrar. En todo acto voluntario, singularmente tomado, haya un fin último como lo que preside en último término su intención y realización. Cuando se dice que «el fin no justifica los medios» – afirmación exacta –, hay que entender que los medios son provistos por su parte de su propio fin último, que, por ser indebido, no coincide con el fin bueno, que figura en la fórmula que hemos citado. Tal fórmula resulta equívoca filosóficamente, si se tiene en cuenta que no hay actos éticamente ilícitos que sean «puros medios».
 

La felicidad y el sentido de la vida

·         Planteamiento de la felicidad.

La felicidad es a lo que todos aspiramos, aun sin saberlo, por el hecho de vivir. Felicidad es plenitud. Toda pretensión humana es pretensión de felicidad. Al ser plenitud, la felicidad sería el bien incondicionado que contendría a los demás.

Se nos plantea la pregunta de qué bienes pueden hacer feliz al hombre. Somos felices en la medida en que alcanzamos lo que aspiramos. Parece que la felicidad es una necesidad ineludible e irrenunciable, pero imposible de satisfacer.

La pregunta sobre la felicidad es la pregunta sobre el sentido de la vida ¿Qué vida merece la pena vivir? Lo primero es no ser un desgraciado, no pasar miseria. Pero esto sólo no satisface al hombre. Luego está el saber y la virtud que trasforman al hombre y nos hacen ver que la felicidad no está en el orden del tener sino del ser.

El modo de ser acorde a la persona es ser con otros. Por eso, buena parte de la felicidad consiste en tener a quien amar y amarle hasta hacerle feliz. La felicidad de una persona se mide por el hogar que tiene. La vida humana no merece la pena ser vivida si queda inédita o truncada la radical capacidad de amar que el hombre tiene. Lo más profundo y elevado del hombre está en su interior. Así el camino de la felicidad está en nosotros.

La felicidad afecta al futuro. El hombre es un ser de futuro, abierto hacia adelante. Es más importante el futuro que la felicidad actual. El hombre esforzándose por ser feliz, es feliz aunque pase males; llevamos muy bien estar mal si mañana vamos a estar muy bien.

Ser feliz por tanto es imaginación, atrevimiento para querer y soñar. La felicidad sólo nace cuando nuestro proyecto vital es de veras personal.

Se puede ser feliz en medio de sufrimientos y viceversa. La felicidad es la conformidad íntima entre lo que se vive y se quiere. Una cotidianidad vivida profundamente es la fórmula más probable de felicidad.

·         La vida como tarea.

El proyecto vital se perfila cuando se encuentra la verdad que va a inspirar los propios ideales. Las convicciones contienen las verdades inspiradoras de mi proyecto vital, la realización de las pretensiones y proyectos vitales asume la forma de una tarea o trabajo que hay que realizar. El sentido de la vida es pues la tarea que hay que realizar para alcanzar ese bien.

Los elementos de esta tarea son:

·         Ilusión: Es el requisito para el verdadero crecimiento, son las ganas para actuar.

·         Toda tarea necesita un encargo inicial. Pocas veces el hombre se autoencarga la tarea y misión. Casi siempre es una oportunidad ofrecida.

·         Los recursos para realizar la tarea son casi siempre escasos, por eso hay una necesidad de una ayuda acompañante que proporcione nuevos recursos.

·         Toda tarea humana encuentra dificultades y conlleva riesgos, concita amores y odios.

·         Se sufre todo si el bien futuro que pretendo no es para mí sólo. La plenitud de la tarea es que su fruto repercuta en otros, sino es insolidaria y al final aburrida y sin sentido.

 ·         El sentido de la vida.

El sentido de la vida no se identifica con la felicidad pero es condición de ella. La ausencia de motivación y de ilusión es el comienzo de la pérdida del sentido de la vida. La pregunta por el sentido es: ¿qué me importa de verdad?

Se es hombre cuando se tiene un saber teórico y capacidad práctica para responder a estas preguntas ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué existo? ¿Qué debo hacer?

La felicidad consiste en alcanzar la plenitud. Podríamos decir que desde el punto de vista del amor la felicidad sería la contemplación amorosa de lo que amamos, pero no sólo se contempla de manera estática, se celebra, se canta.

·         Distintos modos de felicidad

 
A. El nihilismo.

Los nihilistas dicen que la felicidad no es posible: es la pérdida del otro y el hundimiento en la soledad. Hay varias formas:

o   La desesperación es el grado extremo del nihilismo práctico. Vivir es algo que no se soporta y se puede caer en el suicidio.

o   Fatalismo. El hombre no es dueño de sí. Es el destino impersonal el que decide. Hay que resignarse al dolor. Las cosas no pueden cambiar. Todo amor está lleno de dolor.

o   El absurdo es la vivencia del sinsentido: el sistema social obliga al hombre a comportarse de una manera absurda o cómica.

o   Cinismo. El cínico no cree en lo que hace o dice por que le da igual una cosa u otra. El sentido de la vida no existe, pero nos queda la risa. El hombre está vacío. El hombre es una burla. El cínico desconoce la autenticidad y carece de interioridad.

o   Pesimismo. El fracaso acompaña necesariamente la vida de la persona, desemboca en la amargura.

El contrapunto a todas estas formas de nihilismo es embriagarse de vida, evadirse de la vida con drogas, alcohol e incluso con sexo y diversión vana. No se puede vivir en un estado de nihilismo constante: desembocaría en el suicidio. Por eso, en vez de afrontar la vida buscan placeres inmediatos.

B. El Carpe diem!

Significa para este tipo de pensamiento esforzarse por obtener el mayor placer posible, desinteresándose del futuro, fuente de problemas, y del espíritu cuyos placeres no son tan inmediatos.

Pero el placer no es felicidad sino felicidad momentánea. Siempre se llega a los excesos y al hastío. Además es algo empírico que hay más felicidad en el futuro que en el presente. La felicidad consiste en aprender a esperar. Además es una postura muy poco solidaria. Es egoísta y cierra las esperanzas de un futuro mejor.

C. La postura pragmática: el interés.

Para otros su máximo ideal es el afán moderado de asegurarse una existencia lo más cómoda, tranquila y segura posible sin sobresaltos ni riesgos, amando el dinero, convencidos de que las acciones humanos son fruto del interés. El hombre sólo tiene un fin, que es él mismo.

D. La postura contemporánea: el bienestar.

Esto ha ido evolucionando. La mayoría de los hombres no son muy felices y tampoco se sienten desgraciados; están en una zona gris. Se ha identificado la felicidad con el bienestar, y se busca la mayor cantidad de placer, el mínimo dolor, identificando lo bueno con lo útil y la felicidad no tanto con el placer sino con la ausencia de dolor.

Se sustituye el proyecto personal de vida por la adquisición de determinadas condiciones materiales de bienestar y seguridad, pero esto no llena. Por eso, se busca las emociones fuertes y cada vez más comodidad.

E. El poder del dinero.

Se pone la felicidad en cosas que no llenan, como el dinero y el poder olvidándose de que la verdadera felicidad está en el amor que es lo contrario al poder y al dinero.

Se olvida la dimensión social de la persona. No está asegurado que el hombre llegue a ser feliz y no se puede llegar a la felicidad si no se ejerce el tipo de actos cuyos destinatarios son los demás.

F. La felicidad en la ética cristiana
Para un cristiano Dios es el fin último del hombre. Ahora bien, las cosas creadas no son despreciables ni carecen de valor. Por esto, el fin último no es el único bien honesto (p. ej.: son bienes honestos el ayudar a los demás en su trabajo, el procurarse el oportuno descanso, ganar dinero para sacar la familia adelante, etc.). Así pues, podemos afirmar que la bondad de las cosas creadas no sólo no se opone a la bondad del fin último, sino que además lo realza. Y como contrapartida, el fin último lleva a querer ordenadamente a todas las demás criaturas.

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