Los fines de la voluntad
La naturaleza humana está provista de inteligencia y
voluntad, y se mueve hacia su perfección de un modo consciente y libre. Por lo
tanto, lo radical del hombre es obrar de un modo consciente y libre por un fin,
es decir, determinar previamente los bienes que ha de alcanzar en su obrar. En
consecuencia, el obrar humano no es ciego, sino que el hombre actúa siempre por
un fin.
Cuando decimos que el hombre actúa por un fin, éste equivale
a bien, de tal manera que moverse por un fin quiere decir que la voluntad busca
lo que el intelecto le propone como bueno, aunque a veces se equivoque,
intentando alcanzar algo bueno que en realidad no lo es. Por eso, decimos que
lo que especifica todo acto de la voluntad es el bien, cualquiera que fuere la
modalidad concreta que ostente.
Pero además de equivaler a bien, entendemos al fin como
opuesto a «medio». Con eso queremos decir que la voluntad ordena a lo que
quiere a un bien posterior y más grande (p. ej.: estudiamos – medio – para
poder vivir el día de mañana – fin –).
El fin último
Entendemos por fin
último aquello que se quiere de un modo absoluto y a través de lo que se
quiere todo lo demás (p. ej.: estudio para sacar el bachillerato – fin
intermedio –, sacar el bachillerato para sacar una carrera universitaria – fin intermedio –; quiero la carrera universitaria
para ejercer una profesión – fin intermedio
–; quiero ejercerla para realizar mi vocación y ser feliz – fin último
–). Sin embargo, lo que es último en cuanto a su logro – el fin último, es
decir, la felicidad – es lo primero y determinante de los fines intermedios en
cuanto a la intención.
Por lo tanto, debe haber un fin último o supremo al que
llamamos felicidad, y a él se ordenan
todos los fines intermedios. El fin último es único, y además es la causa final
primera del hombre y su humano obrar. En todo acto voluntario, singularmente
tomado, haya un fin último como lo que preside en último término su intención y
realización. Cuando se dice que «el fin no justifica los medios» – afirmación
exacta –, hay que entender que los medios son provistos por su parte de su
propio fin último, que, por ser indebido, no coincide con el fin bueno, que
figura en la fórmula que hemos citado. Tal fórmula resulta equívoca
filosóficamente, si se tiene en cuenta que no hay actos éticamente ilícitos que
sean «puros medios».
La felicidad y el
sentido de la vida
·
Planteamiento de la felicidad.
La felicidad es a lo que todos aspiramos, aun sin saberlo,
por el hecho de vivir. Felicidad es plenitud. Toda pretensión humana es
pretensión de felicidad. Al ser plenitud, la felicidad sería el bien
incondicionado que contendría a los demás.
Se nos plantea la pregunta de qué bienes pueden hacer feliz
al hombre. Somos felices en la medida en que alcanzamos lo que aspiramos.
Parece que la felicidad es una necesidad ineludible e irrenunciable, pero
imposible de satisfacer.
La pregunta sobre la felicidad es la pregunta sobre el
sentido de la vida ¿Qué vida merece la pena vivir? Lo primero es no ser un
desgraciado, no pasar miseria. Pero esto sólo no satisface al hombre. Luego
está el saber y la virtud que trasforman al hombre y nos hacen ver que la
felicidad no está en el orden del tener sino del ser.
El modo de ser acorde a la persona es ser con otros. Por
eso, buena parte de la felicidad consiste en tener a quien amar y amarle hasta
hacerle feliz. La felicidad de una persona se mide por el hogar que tiene. La
vida humana no merece la pena ser vivida si queda inédita o truncada la radical
capacidad de amar que el hombre tiene. Lo más profundo y elevado del hombre
está en su interior. Así el camino de la felicidad está en nosotros.
La felicidad afecta al futuro. El hombre es un ser de
futuro, abierto hacia adelante. Es más importante el futuro que la felicidad
actual. El hombre esforzándose por ser feliz, es feliz aunque pase males;
llevamos muy bien estar mal si mañana vamos a estar muy bien.
Ser feliz por tanto es imaginación, atrevimiento para querer
y soñar. La felicidad sólo nace cuando nuestro proyecto vital es de veras
personal.
Se puede ser feliz en medio de sufrimientos y viceversa. La
felicidad es la conformidad íntima entre lo que se vive y se quiere. Una
cotidianidad vivida profundamente es la fórmula más probable de felicidad.
·
La vida como tarea.
El proyecto vital se perfila cuando se encuentra la verdad
que va a inspirar los propios ideales. Las convicciones contienen las verdades
inspiradoras de mi proyecto vital, la realización de las pretensiones y
proyectos vitales asume la forma de una tarea o trabajo que hay que realizar.
El sentido de la vida es pues la tarea que hay que realizar para alcanzar ese
bien.
Los elementos de esta tarea son:
·
Ilusión: Es el requisito
para el verdadero crecimiento, son las ganas para actuar.
·
Toda tarea necesita un
encargo inicial. Pocas veces el hombre se autoencarga la tarea y misión. Casi
siempre es una oportunidad ofrecida.
·
Los recursos para
realizar la tarea son casi siempre escasos, por eso hay una necesidad de una
ayuda acompañante que proporcione nuevos recursos.
·
Toda tarea humana
encuentra dificultades y conlleva riesgos, concita amores y odios.
·
Se sufre todo si el bien
futuro que pretendo no es para mí sólo. La plenitud de la tarea es que su fruto
repercuta en otros, sino es insolidaria y al final aburrida y sin sentido.
El sentido de la vida no se identifica con la felicidad pero
es condición de ella. La ausencia de motivación y de ilusión es el comienzo de
la pérdida del sentido de la vida. La pregunta por el sentido es: ¿qué me
importa de verdad?
Se es hombre cuando se tiene un saber teórico y capacidad
práctica para responder a estas preguntas ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué existo?
¿Qué debo hacer?
La felicidad consiste en alcanzar la plenitud. Podríamos
decir que desde el punto de vista del amor la felicidad sería la contemplación
amorosa de lo que amamos, pero no sólo se contempla de manera estática, se
celebra, se canta.
·
Distintos modos de felicidad
A. El nihilismo.
Los nihilistas dicen que la felicidad no es posible: es la
pérdida del otro y el hundimiento en la soledad. Hay varias formas:
o La desesperación
es el grado extremo del nihilismo práctico. Vivir es algo que no se soporta y
se puede caer en el suicidio.
o Fatalismo. El hombre no es dueño de sí. Es el destino impersonal el
que decide. Hay que resignarse al dolor. Las cosas no pueden cambiar. Todo amor
está lleno de dolor.
o El absurdo es la
vivencia del sinsentido: el sistema social obliga al hombre a comportarse de
una manera absurda o cómica.
o Cinismo. El cínico no cree en lo que hace o dice por que le da
igual una cosa u otra. El sentido de la vida no existe, pero nos queda la risa.
El hombre está vacío. El hombre es una burla. El cínico desconoce la
autenticidad y carece de interioridad.
o Pesimismo. El fracaso acompaña necesariamente la vida de la persona,
desemboca en la amargura.
El contrapunto a todas estas formas de nihilismo es embriagarse
de vida, evadirse de la vida con drogas, alcohol e incluso con sexo y diversión
vana. No se puede vivir en un estado de nihilismo constante: desembocaría en el
suicidio. Por eso, en vez de afrontar la vida buscan placeres inmediatos.
B. El Carpe diem!
Significa para este tipo de pensamiento esforzarse por
obtener el mayor placer posible, desinteresándose del futuro, fuente de
problemas, y del espíritu cuyos placeres no son tan inmediatos.
Pero el placer no es felicidad sino felicidad momentánea. Siempre
se llega a los excesos y al hastío. Además es algo empírico que hay más
felicidad en el futuro que en el presente. La felicidad consiste en aprender a
esperar. Además es una postura muy poco solidaria. Es egoísta y cierra las
esperanzas de un futuro mejor.
C. La postura pragmática: el interés.
Para otros su máximo ideal es el afán moderado de asegurarse
una existencia lo más cómoda, tranquila y segura posible sin sobresaltos ni
riesgos, amando el dinero, convencidos de que las acciones humanos son fruto
del interés. El hombre sólo tiene un fin, que es él mismo.
D. La postura contemporánea: el bienestar.
Esto ha ido evolucionando. La mayoría de los hombres no son
muy felices y tampoco se sienten desgraciados; están en una zona gris. Se ha
identificado la felicidad con el bienestar, y se busca la mayor cantidad de
placer, el mínimo dolor, identificando lo bueno con lo útil y la felicidad no
tanto con el placer sino con la ausencia de dolor.
Se sustituye el proyecto personal de vida por la adquisición
de determinadas condiciones materiales de bienestar y seguridad, pero esto no
llena. Por eso, se busca las emociones fuertes y cada vez más comodidad.
E. El poder del dinero.
Se pone la felicidad en cosas que no llenan, como el dinero
y el poder olvidándose de que la verdadera felicidad está en el amor que es lo
contrario al poder y al dinero.
Se olvida la dimensión social de la persona. No está
asegurado que el hombre llegue a ser feliz y no se puede llegar a la felicidad
si no se ejerce el tipo de actos cuyos destinatarios son los demás.
F. La felicidad en la ética
cristiana
Para un cristiano Dios es el fin último del hombre. Ahora
bien, las cosas creadas no son despreciables ni carecen de valor. Por esto, el
fin último no es el único bien honesto (p. ej.: son bienes honestos el ayudar a
los demás en su trabajo, el procurarse el oportuno descanso, ganar dinero para
sacar la familia adelante, etc.). Así pues, podemos afirmar que la bondad de
las cosas creadas no sólo no se opone a la bondad del fin último, sino que
además lo realza. Y como contrapartida, el fin último lleva a querer
ordenadamente a todas las demás criaturas.




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