lunes, 4 de mayo de 2015

I. La sociabilidad de la persona humana

 

El carácter natural de la sociedad y el fin de la vida social


No se puede prescindir de las relaciones interpersonales, el ser del hombre es coexistir, pertenece a su esencia vivir en sociedad

Si el ser hombre es ponerse en marcha libremente hacia los fines  propios  de un ser inteligente adquiriendo hábitos y autoperfeccionándose, esto no puede comenzar sin educación y no puede continuar sin convivir con otros.

Frente a la concepción de que la convivencia con los demás pertenece a la naturaleza humana, en los siglos XVII y XVIII nace la idea de que la sociedad es una convención que el hombre se ve obligado a admitir y que la vida social descansaba en un contrato mediante el cual los hombres se pusieron de acuerdo para convivir. De ahí nace el individualismo.
 

     
    La educación, la amistad, la virtud, los valores, la justicia, son los bienes que constituyen el fin de la vida social pues sólo en ella se pueden alcanzar. Por tanto, el fin de la vida social es la felicidad de la persona, y la sociedad y sus instituciones deben ayudar a ser felices y plenamente humanos a los hombres.


El hombre sólo alcanza su realización con los demás. Corresponde al con­junto de la sociedad y no sólo a cada individuo aislado conseguir los bienes que constituyen la vida buena para sus componentes.

Elementos de la vida social


Los elementos de la sociedad son el lenguaje, la comunicación y el inter­cambio, que se hace con dinero.

También la organización de la acción conlleva la división del trabajo y la autoridad; ambas son condición de posibilidad del intercambio de bienes. La división del trabajo nace de la capacidad humana de producir más bienes que los que él necesita haciendo posible así el intercambio y el ocio.

La distribución adecuada de bienes y tareas es cuestión de otro de los ele­mentos de toda sociedad, el derecho. Todos los elementos se dan entrelazados.

 

La articulación de la vida social: las instituciones


La vida social se articula cuando una costumbre es aceptada por la socie­dad, originándose lo que hoy llamamos rol o función que es la asignación de una tarea determinada dentro de la división del trabajo.

Cuando un conjunto de roles se unifican bajo una organización autorizada y se regulan jurídicamente estamos ante una institución. Por eso, se dice que la vida social se articula por medio de instituciones. Estas instituciones son los principales agentes de cultura.

Las instituciones organizan el espacio humano hasta dar origen a la ciudad o agrupamiento de seres humanos para trabajar todos juntos. La ciudad tiene sus ventajas e inconvenientes pero lo que es cierto es que vivimos en un mundo urbano. 

  • Las instituciones y la autoridad política

  • En una sociedad la autoridad política se debería basar en el diálogo, la in­teligencia, la persuasión, la descentralización del poder. Que el que obedece tenga autonomía, confianza, responsabilidad e iniciativa.


Sociedad libre es aquella en la que todos tienen una participación en el mando de las tareas que les han sido asignadas, haciéndose dueños de ellas. Por eso, es imprescindible la comunicación, para que se dialogue y se aclaren las ra­zones de las órdenes.
  •  Las instituciones como comunidades

    Las instituciones se convierten en comunidades cuando hay en ellas auto­ridad política y además comunicación. Se tiene comunidad cuando hay un bien en el que todos participan y en el que todos comunican entre sí. Es la forma de la vida social por excelencia. Es una institución vivificada por los bie­nes comunes. Hay comunidad cuando el que manda y el que obedece compar­ten las razones, fines y motivaciones de la tarea común.


Quienes convierten una institución fría y oficial en una comunidad son las personas que están dentro de ella.

Una comunidad tiene un bien común, una ley común, una tarea, una obra e incluso una vida común.

La persona humana alcanza su plenitud cuando se integra en una verda­dera comunidad.
 
  • Los fines del hombre: tipos de institución 

Podemos distinguir hasta cinco tipos de fines humanos y sus instituciones correspondientes:

o   el hombre nace como hijo, necesita ser criado. La finalidad esencial de la familia es constituir el hogar donde el hombre y la mujer nacen, crecen, se reproducen y mueren. El hombre es un ser familiar;

o   para producir, la institución fundamental es la empresa. El conjunto de instituciones que la autoridad pone en marcha para atender esa organización: forma parte del Estado;

o   para mantener la justicia están las instituciones jurídicas y el aparato le­gislativo (poder legislativo, administrativo y judicial);

o   las instituciones educativas enseñan y las asistenciales velan por los hombre que no se valen por sí mismos;

o   todas estas instituciones estarán muy determinadas por la cultura, en­tendiendo por cultura el conjunto de saberes y obras humanas y las institucio­nes culturales que los guardan. Las más importantes son las que difunden unos criterios de conducta referidos al conjunto de la vida humana como son la mo­ral y la religión.
 
Los tipos de instituciones más apropiadas para enseñar la ética o la moral son la fa­milia y las instituciones religiosas porque abarcan toda la vida.

 La tradición


La tradición es muy importante para aprender de ella, conservar lo que merezca la pena, venerar los orígenes. El aprecio por la tradición despierta el sentido histórico de la existencia humana, pero el tradicionalismo, un aprecio excesivo a la tradición y a las viejas instituciones que suprime la necesidad de innovarlas y adecuarlas a los nuevos tiempos, en algunos casos se parece al fundamentalismo.

El planteamiento individualista de la vida social


Contra la comunidad nos encontramos las posturas individualistas y egoís­tas, ilógicas, porque el hombre no es autosuficiente y necesita de los demás. El individualismo separa la vida pública y la privada. En la privada se consideraría plenamente autónomo y en la pública buscaría la utilidad, el trabajo y la téc­nica. Lo público y lo privado ni se influyen ni se entrecruzan. El individua­lismo no acepta que lo común y los valores puedan ser públicos.

Lo que ocurre es que piensan que la única institución necesaria es el mer­cado y los individuos se relacionarían entre sí mediante contratos y convenios: todo es un mero pacto. El individualismo se ocupa poco de la cooperación y la solidaridad de los demás y de las consecuencias de sus acciones.

Algunos rasgos de la sociedad en la que vivimos


o   El avance de la ciencia con aumento del bienestar;

o   el retroceso de la miseria y el crecimiento de la esperanza de vida;

o   la globalización de mercados y el avance de las libertades en muchos países multiplica la velocidad y variedad de cambios, multiplicando el número, calidad e importancia de las obras humanas;

o   se ha prolongado la esperanza de vida y hay muchas más posibilidades, pero es una sociedad despersonalizada: es un sistema anónimo, formado por subsistemas anónimos. Pero no debemos caer en el funcionalismo que dice que el hombre es una mera función del sistema que no puede ser cambiado por singularidades y han de estar despersonalizadas para ser eficaces. Lo importante es que alguien conduzca el autobús, no si lo conduce éste o aquel;

o   habría que dotar de sentido humano a la burocracia. Las personas sin guiares están muy alejadas de los centros de poder, y el ejercicio de la autoridad es poco dialogado;

o   hay una ausencia de responsabilidad en los problemas públicos, contentándose con una libertad reducida al ámbito privado;

o   hay debilitamiento de las instituciones que no están vinculadas al Estado o a la empresa. Los valores pertenecen al ámbito privado y por tanto no se necesitan instituciones que los defiendan;

o   crisis de los valores y aparición de una sociedad muy materialista.

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